La pasión de Carlos Abraham por la literatura fantástica y de ciencia ficción se construyó a los saltos. De las viejas películas de TV saltó a la biblioteca. De Julio Verne saltó a las ediciones de Minotauro. Mucho Stanislaw Lem, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin y J.G. Ballard. De la afición saltó al estudio y al coleccionismo. Y a la investigación, focalizada en los autores argentinos. Así acumuló unos 2.000 ejemplares del género pergeñados por plumas nacionales. ¿Habrá una biblioteca similar en el país?

Abraham recorre la Argentina rastreando autores y publicaciones. Descubriendo joyas de la ciencia ficción y el fantástico ocultas al fondo de anaqueles que nadie revisa. También abordó la tarea de escribir sobre el tema y de explayarse en conferencias, como las que brindó en Tucumán, invitado por la Fundación Analítica del Norte. De estos temas habló en una entrevista que tuvo mucho de clase. No olvidemos que Abraham es docente.


- ¿Cuál es el registro de los primeros relatos del género escritos en nuestro país?

- Datan de 1756. Son manuscritos de jesuitas cordobeses, actualmente archivados en la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en España. Se trata de textos que participaban en certámenes literarios. En “El primer trazo de una mala noche” un monje recibe la visita de espectros que lo hacen descender al infierno para que contemple todo lo que ahí sucede. En “Sueño poético”, el mago Merlín lleva al protagonista a recorrer planetas del sistema solar. Se habla del cielo de los poetas, donde un arcángel porta una espada llameante y habitan, entre otros, Homero, Virgilio y Dante.

- ¿Y después de la Revolución de Mayo?

- Hay que remontarse a 1816, cuando en el número de junio de La Prensa Argentina se publica “Delirio”, un relato de Antonio José Vélez. La historia es muy interesante. Dos gigantes oriundos de Júpiter visitan Buenos Aires y se asombran por el atraso de la ciudad. Entonces comienzan a hacer remodelaciones edilicias, a mejorar las calles y a cambiar los métodos de enseñanza. Pero terminan decepcionados y deciden irse a otro planeta en el que puedan encontrar vida inteligente, ya que en Buenos Aires esta no existe.

- ¿Qué elementos de la realidad se descubren en los textos fantásticos del siglo XIX?

- Hay huellas del contexto político, ideológico y cultural, en un sentido muy amplio. “Delirio” es una crítica a los gobernantes del momento. Los textos del Padre Castañeda apuntaban a Rivadavia. Los relatos fantásticos y terroríficos del tucumano Benjamín Posse que se publicaban en el diario La Tribuna incluían críticas a las gestiones de Sarmiento y Avellaneda. “Aureópolis” hizo lo propio con Mitre. En 1891 se editó “En el siglo XXX”, de Eduardo de Ezcurra, en el que expone los perjuicios de la explotación bursátil, culpable de la crisis que se vivía en ese momento.

- ¿Las citas se circunscribían a la coyuntura política?

- No, estos textos se ocupaban de cuestiones tan variadas como el darwinismo, el feminismo, las críticas a la religión oficial, o la posibilidad de un futuro signado por el anarquismo o el socialismo.

- ¿Qué cambió en el siglo XX?

- A partir del modernismo se presta mucha atención a la renovación temática y formal. Por su carácter novedoso crece entonces la literatura fantástica y de ciencia ficción. Leopoldo Lugones publica en 1907 el libro de cuentos “Las fuerzas extrañas”, al que Borges reconoce como una de sus principales influencias. Revistas como “Caras y caretas” y “Fray Mocho” publicaban todas las semanas dos o tres cuentos de horror, fantásticos o de ciencia ficción.

- Aparecieron numerosos autores...

- Claro, la producción creció. Elvio Botana, por ejemplo, alumbró en 1947 “Cuentos de ángeles y demonios”. También hubo novelas de ciencia ficción pronazis. Franz Mansfeld, el geólogo que había rebautizado a la rodocrosita (nuestra piedra nacional) como Rosa del Inca, escribió en 1946 “En 11 días al planeta Mercurio”. Es la historia de un grupo de sabios argentinos que viaja en la astronave Patagonia a ese planeta. Víctor Juan Guillot produjo cuatro tomos de relatos fantásticos; Baldomero Flasitor publicó “Una utopía futurista” y “La República de Tupungania”; y de Alberto Brun, en 1946, salió “El interplanetario atómico”.

- ¿Qué pasaba en las provincias?

- La producción era sostenida. Pongo el ejemplo de Mendoza, donde encontré 20 libros de estos géneros. El primero, de 1876, se llama “Nueva Osorno o la Ciudad de los Césares”. Lo escribió Nicanor Larrain con el seudónimo de Atalivar. Él dejó varias novelas espiritistas. En realidad, el espiritismo nutrió al fantástico de principios del siglo XX.

- En la segunda mitad del siglo se produce una definitiva explosión de la ciencia ficción. ¿Cómo repercutió el fenómeno en la Argentina?

- Distingo tres factores que lo impulsaron. Primero, la difusión en el país de obras extranjeras. Después, que los temas se pusieron de moda, por ejemplo a partir de la carrera espacial. Y, finalmente, la influencia que ejercieron autores como Cortázar, Borges y Bioy Casares sobre el resto. Los dos primeros se volcaron al fantástico y Bioy se sumergió en la ciencia ficción. “La invención de Morel” es de 1940.

- ¿Qué pasó a partir de 1976 con el Proceso?

- Se produjo un fenómeno interesante. Autores como Angélica Gorodischer y Eduardo Goligorsky, entre otros, publicaron libros contra el régimen, pero al estar ambientados en el futuro y en planetas exóticos pasaron inadvertidos para la censura. Se los consideraba “literatura escapista”. Lo cierto es que la ciencia ficción de los años 60 y 70 se convirtió en un espacio de resistencia contra la situación política.

- ¿Hay una obra de ciencia ficción sobre el peronismo?

- Sí, “Etópolis”, una utopía de Pecci Saavedra. Aparece el personaje de El Doctor, al que la multitud le cantaba “Doctor, Doctor, qué grande sos...”

- ¿Cómo se fue construyendo la afición de los argentinos por estos géneros?

- Fueron valiosas las revistas especializadas, como “Más allá” (editada entre 1953 y 1957), “Hombres del futuro” (en 1947) o “El Péndulo”, a lo largo de los 80. Entre las publicaciones locales y extranjeras se fue generando no sólo un lectorado; también se estimuló la producción con lectores que enviaban sus textos. Así se fueron formando clubes de fans, y a la vez empezaron a publicarse revistas caseras -fanzines-.

- ¿Y cuál es la valoración en cuanto a la calidad de los libros?

- Creo que la riqueza de nuestra literatura fantástica y de ciencia ficción se debe a la circulación de textos que siempre hubo en Buenos Aires. Eso permitió acceder a las obras de los mejores autores internacionales. Otro factor es la escasez de una literatura de cuño indigenista, como hubo en México o en Perú. Y hay un hecho sociológico, que es el gusto por esta clase de ficciones que se nota desde nuestros inicios como nación, con obras como el “Mefistófeles” de Esteban Echeverría.

- ¿Por qué te interesás en la obra de Borges?

- Él escribió relatos futuristas como “Vigilia de un hombre que está cansado”, y que es un homenaje a Lovecraft. Comencé a investigar y descubrí que “El jardín de los senderos que se bifurcan” es la reescritura de un capítulo de “Hacedor de estrellas”, de Olaf Stapledon. Me interesó indagar el vínculo de Borges con la ciencia ficción teniendo en cuenta que uno de sus escritores favoritos era H.G.Wells, y que se había referido al género en “Introducción a la literatura norteamericana”. Fue el punto de partida de una investigación que me permitió rastrear no sólo los textos que fueron fuentes de su producción, sino también para analizar la poética de Borges. Toda reescritura compromete un pronunciamiento estético; y al ver los elementos que Borges mantenía y los que cambiaba respecto de las fuentes me sirvió para ir estableciendo los rasgos de esa poética borgeana.

- ¿Y cómo enfocaba Borges la ciencia ficción?

- No se ocupaba de los elementos cientificistas de la ciencia ficción, los reemplazaba por recursos mágicos. Por eso trascendieron los relatos fuertes de literatura fantástica, ya que les quitaba los marcos genéricos propios de la ciencia ficción. Buscaba el libre juego de una literatura no condicionada por restricciones externas.

- ¿Cómo es el panorama en la actualidad?

- Saludable, debido a que hay muchos autores. Anualmente se están publicando de 20 a 30 libros de ciencia ficción y literatura fantástica, y un porcentaje apreciable es relevante desde lo estético. ¿Ejemplos? “Cuentos descarnados”, de Norma Cabrera; “En esa época”, de Sergio Bizzio; “Error de cálculo”, de Daniel Sorín...

- ¿Cómo juega internet en este contexto?

- Lo positivo pasa por la difusión de textos, la comunicación entre distintos autores y el acceso a obras literarias -nacionales o extranjeras- que de otro modo serían inconseguibles. También hay un plano negativo, y sobre todo tiene que ver con la saturación de la oferta de estos géneros.